domingo, 1 de julio de 2007

Super guays - articulo publicado en el Diario Vasco


La televisión, ese electrodoméstico que tantas horas tiene amaestrados a nuestros niños, es una máquina de crear celebridades. Y si en el caso de los mayores son los tomateros y resto de colegas rosas los que proponen y disponen en aquello del famoseo, en la sección infantil los tiros van por otro lado.

Bellos, preciosos. Ellas ligeras de ropas. Todos sonrientes. Así se muestra RBD, formación mexicana que apoyándose en la fama de una teleserie consiguió meter a unos cuantos miles de niñas (y algún que otro sufrido padre) en nuestro óvalo ciclista. Seguidoras muy jóvenes que no dudan en pintarse la cara con las iniciales de la banda, que chillan y cantan todos los temas mirando a sus ídolos con cara de enamoramiento primerizo.

Disfrutando de lo que probablemente sea su primer concierto masivo. Cuerpitos que en ocasiones no están preparados para tantas emociones, como recoge el parte médico de lipotimias y leves ataques de nervios acontecidos el pasado viernes.

Si usted que lee estas líneas tiene menos de trece años, está enganchada al programa de marras, piensa que la rebeldía sigue mostrándose acicalada en las portadas de las carpetas, aún no ha superado su lado Peter Pan u opina que un concierto se sostiene tan sólo con seis jóvenes guapísimos y super guays, quizás debiera dejar de leer el artículo. Es probable que no le guste lo que va a ojear a partir de este punto.

Porque el show de RBD no se puede analizar con los parámetros habituales de una actuación musical. Si así lo hiciéramos, no habría por donde coger este espectáculo.

Vocalmente los personajes de esta 'boy-girls-band', mezcla y herencia de Take That, Spice Girls y derivados, andan más que justitos. A diferencia de las bandas nombradas, RBD son actores que ahora interpretan su papel sobre un fondo musical. Una música homogénea basada en el pop y con espacio para todos y cada uno de los estilos que su mente pueda imaginar. Ellas lo hacen un poquito mejor (que se les entiende algo de lo que cantan, vamos), y eso vuelca ligeramente el show hacia el lado actuante femenino. Pero bastante hacen unos y otras con, más o menos, vocear lo que les toca en las dos horas de concierto. Y decimos lo de más o menos porque sigue resultando extraño que entre tanta coreografía de fiesta de fin de curso las voces de los componentes suenen tan perfectas en los estribillos, sin un jadeo que corte la melodía.

Por la temática de las canciones tampoco es fácil que se ganen el aprobado entre los adultos. Bisoños y eternos llamamientos al amor (junto con «San Sebastián», las palabras que más se repitieron la noche del viernes) y a lo especialísimo y super maravilloso que es estar en Donostia. Desde una perspectiva que muestra lo que realmente son: una serie infantil.

Lo dicho: un concierto fenomenal de la muerte, o sea, alucinas tía qué pasada...

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